NOVELAS DE FLAVIO HERRERA. " HEMBRA"


En la mesa, cuando por excepción comían juntos, apenas se cruzaban palabra.

Luis evadía las ocasiones de estar solos; pero las cosas hacíanse tan tensas que él mismo, exasperado un día, se abocó al peligro:

-          ­Gómez, te debo una explicación. Me conduzco mal contigo.

Y el otro, entre irónico y sorprendido:

-No lo veo. El gran don Luis de siempre…

- ¿Te burlas? Puedes hacerlo, puedes hacerlo más. Mi conducta es desleal; pero…

Tú debes disculpar… Tú comprendes… En fin, eres como mi padre y debo decírtelo todo.

Tú comprendes…esta vida en el monte, solos, con nuestros años…en fin, que tengo una querida.

-Lo suponía.

- Pero, es que te abandono…Casi no vivo aquí y, claro, esto no ha de seguir así.

No puede seguir así y… no hay solución, o si lo habría…trayendo aquí a la mujer. Tú permitirías…

 Y al decir esto temblaba como un colegial que confiesa la primera calaverada.

Gómez sonreía, mientras el otro evocaba esa suprema avidez de algunos reos a punto de oír sentencia.

-          Y ¿quién es tu querida?

-          No la conoces… O…tal vez…Ella estuvo antes por aquí y como tu llevas tiempo de trajinar por estas fincas…

-          ¿Y quién es ella?

-          Una mexicana así… pero guapa…Se llama Mariana.

-          ¿Una morena de grandes ojos que tuvo hotel en Panán?

-          La misma. Ahora viene de México. Dice que fue casada… Un divorcio…,¡qué sé yo! Una mujer así…ligera ¿comprendes? Pero eso me inquieta…

Jadeaba y sufría y, a modo de reticencia, sesgó:

-Pero, ¿tú la conoces?

-Y ella… ¿No te ha hablado de mí?

- No, no ha habido ocasión pero… ¡tú debes conocerla!

-Claro, ¿quién no conoce a una hotelera? Luego en Panán, allí parábamos todos.

También el otro evadía desviando la plática, impaciente:

-Y ¿quieres traerla aquí?

- Si tú permitieras…

Gómez tenía algo que le opacaba la voz. Acodado a la mesa, con el mentón sobre la palma de mano, quedóse pensativo, absorto, lejano.

Luego dijo:

-          ¿Cuánto hace que es tu querida? Antes no me dijiste nada. ¿Cómo la conociste?

-          Fue en Panán, en la fiesta de la Asunción. En el hotel, charlamos, bailamos y después…claro con una mujer así…

-          Sería mejor dejar eso. No vale la pena. Es ridículo darse de bruces con la primera mujer… Y ahora que todo marcha bien. Así no haremos nada en firme.

-          Pero tú, hombre del siglo y con esas gazmoñerías, ¿qué mal hay en que yo tenga mujer? Todo hombre tiene y luego, que la traiga aquí… No veo el pecado.

Entonces Gómez alzó el rostro palidecido, la frente henchida de recuerdos y lento, solemne, dijo:

-¿Quieres mucho a esa mujer?

-Sí.

-¿No podrías pasártela sin ella?

- No.

-¿Estás resuelto a traerla a la finca?

-No tienes razón para impedírmelo.

-Bien, tráela, pero yo me iré de aquí.

-¿Tú?

-Irrevocablemente. No intentes impedírmelo. No desisto. Me conoces.

-Pero estamos ligados…

-No. Las tierras son tuyas, todo es tuyo…

  A Luis lo ahogaban el dolor y el remordimiento. Fue hacia el amigo como un hijo hacia el padre y abrazándolo, decía:

-          No Gómez, nunca. Perdona… No es para tanto. Tú eres violento. No comprendo que tú…

Gómez ya no lo oía.  Volvióse desde la puerta para decir;

-Ni me reclames ni me preguntes más.

Y salió más grave y taciturno que la noche.

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Luis no le creía. Pensaba: Su violencia es sólo una estratagema para disuadirme.

Mañana será el buenazo de siempre. Y se echó sobre una hamaca ofuscado, derrengado, miserable…Ya una duda, una cosa vaga y posible, una cosa tenaz y dolorosa le mordía el corazón.

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Al día siguiente, se juntaron desayunando en el comedor. Ambos estaban silenciosos y esquivos. Se temían… Hundían los ojos en las tazas humeantes por no verse; pero Luis tenía una angustiosa inquietud que lo ahogaba y rompió el silencio.

-          Óyeme. Dirás que soy necio pero… tú, anoche, no me oías. Quiero aludirme a …

El otro  lo vio con impaciencia.

-          Pues bien, -seguía Luis- dices que te irás de la finca si viene esa mujer; pero, yo no puedo separarme de ti. ¿Comprendes? No debo,  no quiero. Lo que tengo ahora, lo debo a ti. Has sido mi padre y tú vales más que cualquier mujer, ¿pero no comprendes que este celibato en pleno trópico nos mata? Y luego yo quisiera… si tú fueras más amplio conmigo… ¿No comprendes? A ti mismo puede sucederte; Te encuentras con alguna y … yo te juro, por mis huesos, que no vería en eso nada malo ni imitaría tu actitud de ahora. A menos que tú… en fin… que alguna cosa singular.

Gómez lo acechaba jadeante. Las últimas palabras le borderon la herida.

¿Qué me quieres decir? –repuso palideciendo.

El otro titubeaba antes de soltar la gran perfidia y, en una inhibición de la voluntad, sin querer, como si una presión interna le sacara las frases, le dijo:

-          Hombre, claramente que no comprendo tu intransigencia. Salvo que tengas un motivo especial contra Mariana.

Y el otro, demudándose:

-          ¿Es decir, que sospechas…?

-          Casi…casi…

Gómez sintió restallar en el alma el fustigazo temido. Se aproximó y con voz que la emoción hacia opaca, musitó:

-Bien. Pues si… esa mujer en otro tiempo… y claro, a ti te molestaría ahora…

Luis estalló, con piadosa ironía que disfrazaba su dolor:

-          ¡Esto es otra cosa!  Entonces tienes razón. ¡De habérmelo dicho antes! … Naturalmente, a ti es a quien molestaría verla conmigo. Al fin, fue tuya y… nunca se olvida del todo. Hay recuerdos… tienes razón. El pasado.

El adversario sintió el rasguño en su fibra más vulnerable.

-          No seas niño. Pero, si es por ti, precisamente…

-          ¿Por mi? ¡Bah! y tú, ¿por qué niegas que te molestaría?  Es tan natural si la quisiste… ¡Una cosa muy humana!

-          No seas niño. A mí, ¿qué me importa?  Te lo juro. Ya pasó. Con esas mujeres así, tu comprendes… El enredo por higiene, en fin la hembra. Pero tú… Lo hago por ti…Estoy seguro de que, a pesar de tus pujos de hombre amplio y moderno, te dolería. Ya tú lo dijiste: Hay recuerdos y habría sombras. Yo sería esa sombra entre la dicha de ustedes. El pasado…

-          ¡Psh!… No creas. Es más fácil que tú le temas al presente. Al fin … si la quisiste …

-          Pues bien, te probaré que no. tráela si quieres, si tu no le temes al pasado…

Ambos sonreían suspicaces forzando un gesto entre burlón y desdeñoso ante su mutuo desafío y ambos sintieron romperse  en ese instante  algo muy hondo, noble y sutilísimo que hasta entonces se había tendido entre los dos, ligándoles las almas. Ya lo separaba algo, algo intangible, pero enorme. Y eso más hondo que el mar y más vano que las sombras: ¡la hembra! El uno era el presente y el otro era el pasado y sin embargo, se temían…

¿Pero  quien de los dos temía más?

 

Herrera Flavio

Hembra

La Novela de la Expresividad

Editorial Universitaria

Colección Centenario Flavio Herrera, Vol. No. 4

Universidad de San Carlos de Guatemala.

 

PORTADA

ALMAS EN CAUTIVERIO

MAESTRO AXEL MEZA

 Técnica: Fotomontaje Digital / Video Arte

                                        Medidas: 20 x 20 Pulgadas . Año: 2020.

 TRANSCRIPCION

MAGISTER ONDINA ISABEL ROSALES MEJICANOS

 


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