HEMBRA
JORNADA
PRIMERA
EL MIEDO
Eran
viejos amigos, con amistad que se afirmó desde la infancia allá en los bancos
escolares. Después, los separó la vida. Cada uno tiró por su lado. Luis fundió
su vida al torbellino ciudadano. Gómez se fue sierra adentro a cultivar la
tierra, pero el olvido nunca medró en sus corazones. El recuerdo de su vieja
amistad perduró en ambos con la clara pureza de un diez de mayo. Diez años
después la vida los juntó de nuevo. Una noche, a la salida de un teatro, Luis
cenaba en un restaurante cuando vio sonreírle una caraza bonachona y morena por
el sol.
- ¡Gómez!
- ¡Luis!
Se abrazaron. Hubo las preguntas, los desahogos y
las confidencias rituales.
Y tú, ¿qué te has hecho, Gómez?
- Ya lo ves, hecho un jayán. ¿Y tú?
Veo que no te entra el viejo a pesar de la crápula, libertino. Y ambos
sintieron que sus vidas –ríos divergentes- ahora remansaban unánimes, quizá
para afirmar el viaje por un cauce idéntico y más amplio. De aquel encuentro
surgió un pacto y una alianza. Luis atrapó la idea de ligara a su amistad sus
intereses. ¿Por qué no? El estaba casi
arruinado por una soltería disipada y aquel Gómez le venía de perlas. ¡Su salvador! Fue un siempre un amigo tan
leal y tan discreto y luego, ahora, el compañero que esperaba. El idóneo
acicate a su abulia… Recordó que allá en las montañas de occidente tenia él una
tierras en olvido, herencia que una tía santurrona le dejara a cambio de
regaños y pescozones. Porque Luis fue siempre el muchacho más reacio a la misa
y la comunión. Ya el éxito le relampagueaba
en el esbozo de un futuro agrario. Juntos explorarían las tierras.
Fraguaron un plan y Gómez aceptó; pero conocía a su amigo y puso condiciones:
se irían a vivir a las sierras. De otro modo,
provecho y economía eran quimeras. También Luis aceptaba entre gruñón y
convencido. La selva le daba espanto. La vida agreste se le esbozaba con
perspectivas de suplicio. La idea de vivir en la montaña subvertía sus hábitos
de confort y de pereza. Gómez reía de los pavores de aquel señoritingo mimado
que se echaba al monte siempre con guantes, sospechando en cada insecto el
mensajero de una fiebre¸ tras de cada hierbajo la acechanza de un reptil y en
el grito de cualquier alimaña el rugido de famélicas panteras. Los primeros días , Luis, sibarita malvado,
insinuaba la idea de irse ambos a vivir al hotel del pueblo mientras en la
finca no se edificara la casa que hospedaría s regalona humanidad; pero Gómez torció
el gesto y se opuso. Debían quedarse allí. Refaccionar uno de aquellos
destartalados ranchones les dio el primer cobijo: los muros de tabla sin cepillar
y el techo de horcones y paja. Después, decía Gómez, cuando el predio rindiese,
cuándo las cosechas colmaran los graneros, vendría holganza y confort. El lucro
de calcula con el fruto ya en sazón.
- Más tarde, cuanto quieras Luisín.
Y Luis soñaba un chalet sobre la misma gándara en la que él, ahora, supercivilizado, pero estoico, abdicado de su habitual refinamiento, moraba ruin e indecoroso rancho por coacción del bárbaro de Gómez. Así abdicaba un poco cada día ante ese bárbaro implacable. Aquel Gómez que, de fijo, era forjado en hierro. Por sorbio y fuerte parecía un griego de los tiempos heroicos. A soles o a lluvias, a holganzas o a intemperies, sonreía con estoica serenidad que le afirma en el alma la perpetua juventud de un dios.
Siempre tenía una broma a flor del labio para la ineptitud del compañero; pero la burla sin veneno. Bromas henchidas de un aliento paternal y edificante. Se refocilaba recordando siempre los percances del camarada en los tiempos de su iniciación agraria. Una vez, por ejemplo, al volver de las siembras, oía un batir de hachas, percutiendo con sonoro tableteo en el contorno. ´Y aquella saña olímpica de Gómez cuando, al ganar el patio, hallara derribado el árbol tutelar, aquel guachipilín que tendía un brazo sobre el rancho en símbolo de alianza!
- ¿Qué hiciste salvaje? rugió a Luis.
- Nada hombre. Que este árbol era peligroso…… ¿No oías en las noches un ruidito cascado como se oye al agitar esa capsulas con semillas secas?...... Dice un caporal que así es el ruido de las cascabeles. ׳Imagínate una víbora, reptando por el árbol para caernos encima!
- Gómez sentía rabia y piedad.
- Has derribado al Patriarca – rezongaba- Pero no tienes la culpa. "Perdónalo Señor……"
Y así murió aquel viejo de tres siglos. Arpa del viento y abrigo de nidadas. De fijo ni un brote apuntara de la selva circundante, cuando ya el guachipilín tenía sus cien brazos a las ínfulas del viento. Ni chaparrones ni huracanes desarraigaran su vital senilidad, para que un día un granuja irreverente lleno de miedo ordenase su muerte profanando esa vejez gloriosa y tres veces centenaria.
Cuando Luis cabalgaba, era la gloria. Una vez, delante de Gómez, un zagal sostenía el estribo al jinete novicio que, aturdido, montaba del lado opuesto torpemente.
- Por allí, no señor- le objetó el
mozo. Siempre por la izquierda.
- Animal, yo montó por donde me dé la gana. ¿Me vas a enseñar a mí? Y azorado picó espuelas y se fue; pero en el camino pensaba: decididamente, siendo tan torpe, no es posible que me tomen en cuenta mis colonos.
- Debes hacerte un hombre…… todo un
campesino.- le decía Gómez y esto ha de ensenártelo el maridaje con la tierra. Si
no, peligra tu señoril autoridad con los jayanes.
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CONTINUARÁ ...
PORTADA: IXCHEL
AUTOR: AXEL MEZA
TECNICA: FOTOMONTAJE DIGITAL
MEDIDAS 17 X 11 PULGADAS
2019.
TRANSCRIPCION:
MAGÍSTER ONDINA ISABEL ROSALES MEJICANOS.
"HEMBRA" Herrera Flavio.
La Novela de la Expresividad , Tomo IV.
Editorial Universitaria , Universidad de San Carlos de Guatemala., 1994.
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