“Flavio Herrera, Hombre y Poeta en
Unidad Indivisible”.
Discurso de Inauguración de la Casa
de Cultura Flavio Herrera
26 de junio de 1973
Doctor Carlos Martínez Durán
Transcripción y notas por Ariel Batres
Villagrán
Guatemala, junio de 2020
Casa de la Cultura Flavio Herrera
Las
siguientes palabras, pronunciadas por el doctor Carlos Martínez Durán (1906–1974) en la
noche del 26 de junio de 1973, constituyen no solo una elegía por la vida de
Flavio Herrera y el agradecimiento en nombre de la Universidad de San Carlos de
Guatemala por la donación que este hiciera de su finca Bulbuxyá y su casa
(chalet) Triana, sino también un breve pero señero repaso de varias de sus
obras en poesía, novela y cuento.
Flavio Herrera, Hombre y Poeta en Unidad Indivisible
En la inauguración de la Casa de
la
Cultura, FLAVIO HERRERA.
Despierta luz, porque un poeta, hijo
tuyo, resucita esta noche.
Despierta luz, porque un hombre, hijo
tuyo, por mágica EPIKLESIS, [1] surge de la invocación
hecho carne y hueso, hecho espíritu, hecho amor y poesía, y nos trae el supremo
arte que es la vida cuando se vive en libertad, henchido de júbilo, de verdad y
realidad, de ensueño y fantasía.
En la invocación y por ensalmo, transmuto a Flavio
Herrera en Diómedes, y Atenea nos habla: “La niebla que estaba antes sobre tus
ojos te quité para que conozcas bien a los hombres y a los dioses”.
En la claridad de esta noche, el hombre y el poeta
vuelven videntes para dialogar con los dioses, los viejos paganos y los siempre
nuevos y cambiantes que bullen en el trópico y con los hombres que sin miedo a
las pasiones sueltas se entregaron a la mujer, a ELLA, al amor, a la poesía que
brotaba como caudal e iluminaba como sol en los trópicos, y se acurrucaba
mimosa y sedienta en las intimidades del alma para ir haciéndose música y
palabra deslizadas en la nítida blancura de las páginas que cantan.
Flavio Herrera dijo en sus Hai Kais de Diciembre:
“Sólo la niebla sabe
dónde está el sol de vacaciones” [2]
Te invoco niebla para que cese tu
secreto, pues Flavio Herrera ha dejado sus trópicos celestes, sus vacaciones
brumosas, para regresar a esta casa, suya ayer y siempre: “TRIANA”. Triana del mugerío que hilvana sol para prenderlo en las
astillas. Triana, quizá rebullente de alegría, pero con el Guadalquivir en
relumbre de saetas. Siento, Flavio Herrera, que tu Sevilla [3] no es la heridora
lorquiana, [4] sino la callada Doña
Elvira, allí, donde tal vez, ELLA, la sin nombre por bien nombrada está en tu
biblioteca, [5] leyendo amor en tus ojos de
poeta, destrenzando su cabellera, mientras tú trenzas el poema y junto a la
caña de manzanilla, toda ronda de las embriagueces recorre este solar de
penumbra donde olvidabas la finca morena y cálida retorcida de celos entre la
humedad de la selva y la frescura de los ríos que lavaba tus penas.
Yo nunca supe, Flavio, que otro hombre y poeta, al ver “LA LUNA LLENA” le cantara el HAI KAI que dice:
“Ganas de alargar la mano.
Va tan cerca y tan desnuda…
y violarla aquí mismo tendida sobre el llano”. [6]
Todas tus lunas embrujan hoy esta casa
donde te evoco e invoco, unívocamente, como hombre y poeta en unidad
indivisible. Luna nueva que siega con su hoz de plata los más jóvenes trigales,
creciente en cada día para alujar con más luz los seres y las cosas, plena en
la gula de la vida, no como hartura vulgar sino como búsqueda de las más
refinadas golosinas, menguante inexorable que no es pobreza de luz, sino filtro
o tamiz para regustar la vida en el “oro del otoño” o “leyendo aromas”. [7]
Si quisiera evocar todas tus horas de
tensa vida, entre la bruma y la claridad, ganas dan de malformar un Hai Kai:
Tu día, fábula,
tu noche, leyenda
Y tu vida: historia verdadera
tallada en la carne y el alma de la poesía.
Llegó tu soledad, y bien dijiste: “Ya encontré el
camino de fugarme hacia Dios”.
Llegó tu noche ya cargada de alondras y te cantaron su réquiem, mientras la aurora desplegaba la luz de su mejor plegaria
Eres ya, tú mismo lo haz querido: “un
cuerpo y un alma libres y sin edad”.
José Santos Chocano gustó siempre
decir: “Yo he de hacer del arte, mi mejor obra de vida, y de la vida, mi mejor
obra de arte”. [8]
Así fue Flavio Herrera en la vida y en la poesía, como
hombre y como poeta. Ese día de fábula, de ficción, [9] lo era también de realidad. Vendimiaba la vida al mismo
tiempo que lo maduraban los frutos de la poesía.
Noche de leyenda, entre verdad y mentira, despierto en
la clave de todos los sentidos, dormido en el ensueño, entre la sinfonía del
trópico y el caos donde se suelta el amor, se entraña la creación y se gesta el
mal, la culpa y el castigo. [10]
Flavio Herrera tuvo su elementología como Hipócrates y
Empédocles. Fue fuego y conoció el fuego. Se enamoró del agua, del mar sin
mástiles ni velas, con toda la sal creadora, de los ríos que no se cansan de
musitar la dulce música, o de los lagos que callan en quietud y se ríen en
rizadas ondas.
Amó la tierra con pasión, la tierra propia, la tierra
de los dueños autóctonos, la que lleva vetas de mineral riqueza y de sangre de
oprimidos, la que se desborda en lujuria geográfica y humana, la que da paz y
amor al pan y al trigo, al maíz y al pino, la que erige muros, cercas espigadas
y garras de tigres.
Amó el aire, su transparencia, su
libertad, sus aromas, su soplo de ternura materna, su diafanidad nutricia.
Quebró las lentes opacas de sus primeros cuentos, [11] y construyó un mágico
caleidoscopio para componer y descomponer en geometría de colores, el trópico
en toda su plenitud y anchura, y para verse a sí mismo como hombre, como poeta,
como espectador y espectante, como personaje real o ficticio en sus novelas
ardidas en mensaje social e iluminadas por la estética suprema.
Hay tres hombres en Flavio Herrera unidos íntimamente:
el homo tropicalis, el homo ludens y el homo edonicus.
Como homo tropicalis su vida era el mismo trópico. Formaba parte de esa tierra tropical, la gozaba sensualmente, y nada dejaba escapar de su ámbito natural y humano. Consubstanciado con la naturaleza y sus personajes reales o imaginados hay en muchos de ellos su carne, su sangre, su espíritu. [12]
El mar, como parte del trópico fue tema de su
predilección, él mismo quería una vida humana marinera. El mar es elemento
natural en la formación del hombre poeta. Mar es escape, huída, aventura,
infinitud más cercana que la celeste, movilidad que no se retiene, profundidad
de misterio, buceo de raras luces, formas y colores. [13]
Flavio Herrera enraizado en el corazón de la tierra
tropical, flotante en la infinitud del mar, juega con todos los elementos, y lo
lúdico, no es juego fácil, frívolo e inútil. Es juego con lucha, combate, donde
las aventuras detonan sus violencias y los riesgos afilan enconos y peligros.
Y en toda esa pasión por el trópico, ese juego
peligroso, el homo economicus exprime todos los placeres y por la gracia del
amor y de la belleza apresa todas sus circunstancias, se las aferra al corazón,
llena sus diástoles con la mejor sangre, y toda la poesía se le escapa en el
rítmico sístole para movilizar vida y obra en un destino fraterno ajeno al
olvido.
La pasión por el trópico, el juego y el gozo no se
pueden quedar en valor estético puro. Vivir entre la miseria y la riqueza
humanas aguza las puntas de la denuncia y magnifica la realidad de los muros
que se levantan entre los hombres. “EL MURO” de la novela “CAOS” es una de las
páginas imperecederas en la literatura Hispanoamericana de protesta y denuncia.
El muro entre el blanco y el indio puede rajarse para que la vida se cuele con
las mejores virtudes humanas, pero pronto se cierra, como si una cicatriz
precoz ignorara el fondo de la herida antigua. Flavio Herrera sin sus pájaros,
sin sus oros de ponientes y de trenzas, se pone de pie y multiplica sus
acusadores índices: “Indio, próximo y remoto, víctima fraterna. Piedra de
carne. Piltrafa de gloria. Indio inédito, torturado, fementido y explotado como
una industria nacional por el
cacique, el encomendero, el mercanchifle, el médico, el abogado, el pintor, el
literato, el turista y el leader”.
“Protoplasma de América, y herida abierta en la conciencia continental”.
El hombre y el poeta vivió toda la realidad cotidiana y
su experiencia existencial, sin esfuerzo ni búsqueda se le hizo poesía, y entre
su sed de amor y de belleza levantó virilmente la copa indiana plena del agua
ardiente de su protesta.
Hay un movimiento, una temporalidad, que en esta noche
nos lleva a Flavio Herrera y a nosotros a un viaje de idas y retornos [105] entre Bulbuxyá y Pamaxán
donde brota el agua y toda la inocencia salvaje y elemental se difunde en la
naturaleza virgen con ímpetus dionisíacos y esta morada trianera donde la
biblioteca sentía la sabiduría de la montaña, la niebla de los sueños y la
realidad del humo de la pipa, detrás del cual el amor era espera y ansia, y
luego ornamentada verdad de femenina liturgia.
En el doble y diferente entorno del trópico y de la
morada urbana, el hombre amante, el edonista y el lúdico, no es el gozador que
burla, ni el villano vulgar que estruja y abandona, es el amante ideal que
sacraliza a la mujer, a ELLA, la preferida concreta y real, a ELLA, la que se
va volando entre nubes de flores como Beatriz al Paraíso. Porque el amor, la
vida, a pesar de las gulas dionisíacas, tiene su tiempo y su destiempo, o como
él mismo nos lo dice: “¿De qué me sirve ahora tener lo que deseé ya no
deseado?”.
Insisto en que la mujer, ELLA, no es para Flavio
Herrera la colectiva del mujerío, sino la individual altamente diferenciada
como símbolo de belleza en la ofrenda sin límites, en el altar del amor donde
oficia el poeta con la más exquisita liturgia. Esta mujer es Ella en su verdad
más profunda, realidad proveniente de los sueños transformados en carne y alma.
Junto a esta mujer posible dentro de la incertidumbre,
hay otra, que puede surgir en personaje novelesco o hacerse música en la
armonía del verso, inexistente, como aspiración utópica, arquetipo de belleza
ideal. Esta mujer, intensamente deseada, podría tener encantamiento ofídico de
abrazo, no eludir el tiempo, aunque no lo alcance y se le fugue, como la cola
del OYROBOROS que se escapa a medida que se acerca la cabeza. [14]
No es mujer intemporal absoluta, es fugaz, como
epifanía instantánea, y que se eterniza por su calidad arquetípica.
No estamos hoy, Flavio, amigo y poeta, desengavetando cartas para reirnos de la vida aldeana en una picaresca frívola y costumbrista. No queremos estar en flux, [15] sino al contrario, enriquecidos por tu generosidad para el Alma Mater, a quien diste, no sólo tus glorias de maestro y poeta, sino tu porción de trópico encantado por las aguas [16] y tu parcela trianera [17] en rebullicio de tus altas calidades humanas.
Aquí como allá están tu alba y tu
dolor. Tu madre: “inasible como estrella”. Todas tus antenas para sentir a
Dios. [18]
Han pasado treinta años de aquel
homenaje que en 1942 te dedicara la juventud universitaria. Te veo y te oigo.
En aquel día alumbró el imperio de la libertad, de la justicia y de la dignidad
humanas, por algunas horas, cuando se te escogió como símbolo para los cambios
definitivos. [19]
De Pico de la Mirándola a Fernán Pérez
de Oliva se oyó el diálogo de la dignidad del hombre. De la dignidad humana
omnipresente a pesar de sus eclipses seculares. En ese día también dijiste, sin
soledad ni abandono que estabas muy
próximo a Dios. Y no había noche, sino vida en plenitud de luz.
Estamos hoy “Contra el olvido”. No es
“Ella viva”. Es tu generosidad, el recuerdo agradecido. [20]
“Mi puerta hoy se abrió sola. ¿Fue la
mano del viento o no más el impulso de tu recuerdo?” La puerta está abierta y
Flavio Herrera ha entrado con su corazón rebozante de poesía y generosidad.
Hace ya casi treinta años que se editó en Montevideo, “Palo Verde” de Flavio Herrera.[21] La metafísica se apodera de un Hai Kai: “Lo Tremendo”
“¿Qué he sido antes de ser?
¿Qué soy tras lo que soy?
y, algo tremendo, ¿qué seré después,
después de lo que soy?...”
Tu vida humana tensa entre todas las
pasiones, generosa, riquísima en amistad que sigue perdurando después de tu
muerte, tu vida de poeta con la creación anudada en tu espíritu, fluyendo como
manantial inagotable. Esto has sido siendo, lo fuiste tras lo que eras, y sin
nada tremendo, lo sigues siendo inmaterialmente, hecho espíritu en tu obra
inmortal. Estuviste iluminado, descubierto, y hoy apareces redescubierto, en
nueva transparencia. Eres un vívido y sonoro recuerdo. Un desafío terminante al
olvido.
En la luz, ya totalmente despierta, Flavio Herrera ha
vuelto a su morada, esta Triana de su intimidad. Y está llegando a Bulbuxyá con
sus tigres y sirenas. [22]
El minuto de silencio no existe, porque el tiempo del hombre y del poeta ha venido a cantar aquí con los siete pájaros del iris. [23]
TOMADO DE:
Martínez Durán, Carlos; Nuevas Meditaciones y Viejas Crónicas pulidas por el Recuerdo. Con Prólogo “A manera de Propileo”, por León Aguilera. Guatemala: Editorial Landivar, junio de 1974. Páginas 101 a 106
NOTA:
El texto anterior constituye el
penúltimo anexo (con nuevas notas al pie) de:
Batres Villagrán, Ariel; 20 Rábulas en Flux y uno más, de Flavio
Herrera Hernández. Reseña y comentarios. HOMENAJE EN EL CINCUENTENARIO DE SU
FALLECIMIENTO 1895 – 2018
Publicado el 30 de noviembre de 2018 en
https://ensayosbatres.files.wordpress.com/2018/11/flavio-herrera-y-sus-20-rc3a1bulas-en-flux-y-uno-mc3a1s-por-ariel-batres-v.pdf ;
véase también en Academia.edu:
https://www.academia.edu/37887972/20_R%C3%A1bulas_en_Flux_y_uno_m%C3%A1s_de_Flavio_Herrera_Hern%C3%A1ndez._Rese%C3%B1a_y_comentarios
MARCOS DERAS 2019
[1] “Epíklesis es el nombre que recibe en la
celebración de la misa la parte que se dedica a la invocación del Espíritu
Santo. Deriva del término griego epíklesis (en la Grecia Antigua designaba la
invocación de un ser divino, por ejemplo, la sumamente tradicional invocación
de las musas por parte de los poetas).” Véase Wikipedia.
[2] “Hai Kais de diciembre” se
encuentra en Herrera, Flavio; Palo Verde -Hai-Kais (1946).
[3] Por simple
coincidencia con “Triana”, es de anotar que dos de sus poemas fueron inspirados
en el barrio de Triana, de la ciudad de Sevilla, España. Véase Herrera, Flavio;
“Raíz de España. A Miguel Ángel Asturias”. Guatemala : El Imparcial, edición del sábado 26 de septiembre de 1959. Pág. 13.
Contiene los poemas: Valencia, Una canción en el alba (firmados en Sevilla,
Barrio de Triana, 1956) y Cipreses de Alcalá (suscrito en Alcalá de Henares,
abril de 1956).
[4] Se trata del
poeta y dramaturgo español Federico García Lorca (1898–1936), amigo personal de
Luis Cardoza y Aragón, a quien le dedicó el poema “Pequeña
canción china”, incluido en Poeta en Nueva York (1940), edición
póstuma.
[5] “Para ella” y “Los
hai-kais de la ilusión”, en Sinfonías del Trópico -Hai-Kais (1932); “Ella”
y la colección de “El amor y la ternura”, en Cosmos Indio -Hai-Kais y Tankas (1938);
“Ella en Hai-Kais”, en Palo Verde -Hai-Kais (1946); y, “Ella”, en Oros
de Otoño (1962).
[6] “La luna llena”
se encuentra en Herrera, Flavio; Sinfonías del Trópico -Hai-Kais (1932).
[7] Se refiere al
poemario de Herrera: Oros de otoño, 1962.
[8] José Santos Chocano Gastañodi
(1875-1934). Poeta peruano que vivió en Guatemala durante el período 1915 a
1920, colaborando con su pluma venial para exaltar al gobierno del dictador
Manuel Estrada Cabrera. Tras caer este estuvo a punto de ser fusilado, pero lo
salvaron varios escritores que escribieron en su favor.
[9] En el original
dice “fricción”. De acuerdo con el contexto del párrafo, debe decir: “ficción”.
Aquí se corrige.
[10] Martínez se
refiere a dos obras de Herrera: poesía reunida en Sinfonía del trópico (1932)
y novela Caos, 1949.
[11] La Lente
Opaca, 1921
[12] La denominada
“trilogía del trópico” se integra por El Tigre (1934), La Tempestad (1935) y Caos (1949).
[13] Herrera, Flavio; “La
compañía del mar. Para Carlos Martínez Durán, efusivamente”. Guatemala : El
Imparcial, martes 22 de agosto de 1961. Página 9. La primera estrofa dice:
“Ahora que nada me aferra / a lo que antes fue mi hogar, / no quiero quedarme
en tierra / y, como soy algo río, / mi albedrío / es ir a desembocar / al mar.”
[14] “OYROBOROS”. Se transcribe
como aparece en el texto. Sin embargo, lo correcto es ouróboros: “El ouróboros, también llamado uróboros, es un signo que representa
a una serpiente o a un dragón en forma circular para así poder morderse la
cola. La palabra ouróboros proviene del griego ουροβóρος (ourobóros)
que significa ‘serpiente que se come su propia cola’.” Véase Wikipedia.
[15] La picaresca de
Herrera en 20 Rábulas en Flux (1946)
y en su versión definitiva 20 Rábulas en
Flux y uno más (1965).
[16] En el municipio
de San Miguel Panán (departamento de Suchitepéquez), Flavio Herrera poseía
una finca de nombre “Bulbuxyá” (en idioma cakchiquel, lugar donde brota el
agua; manantial o agua que brota según el Memorial
de Sololá. Anales de los Cakchiqueles), en la cual funciona el “Centro de
Agricultura Tropical Bulbuxyá”, para estudiantes e investigadores de la
Facultad de Agronomía de la USAC, el que posee un arboreto o arboretum (jardín
botánico) con una colección de árboles vivos, donde se cultiva
también cacao, hule, limón persa, carambola, guayaba, plátano, café, zapote y
especies forestales.
[17] Por “parcela
trianera” se refiere a su casa o chalet Triana, donde desde 1973 funciona la
Casa de la Cultura Flavio Herrera.
[18] El hai–kai “El
corazón”, que forma parte de “Ella en hai–kais”, dice: “Antena entre mi
pregunta / y la respuesta de Dios”. Véase en: Palo Verde.
[19] El doctor
Martínez seguramente se dejó llevar por lo anotado por Flavio Herrera en la
dedicatoria de 20 Rábulas en Flux
(1946), quien erróneamente escribió 1942, porque quizá al poeta, novelista y
catedrático en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales se le olvidó que el
acto de homenaje en su honor fue realizado un año antes, el 13 de septiembre de
1941.
[20] “Contra el olvido” incluye “Ella
viva” y “Ella muerta”. Se encuentra en Patio y Nube (1964).
[21] Palo verde (Hai-Kais),
1946.
[22] Novelas El
Tigre (1934) y Poniente
de sirenas (1937).
[23] Novela Siete
pájaros del iris (1936).
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